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Nuevas Constelaciones

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                                        “…cada movimiento de la vida humana se ve afectado por la forma y el    color, todo lo que vemos, tocamos, pensamos y sentimos se encuentra conectado con ello, de manera que cuando un artista puede utilizar estos elementos libre y creativamente, pueden convertirse en una influencia tremendamente potente en nuestras vidas”.

Ben Nicholson

La obra pictórica del joven artista Dayron Gallardo es capaz de sacudir la mirada del más incrédulo espectador con sus sutiles contrastes de color, que provocan inevitablemente extrañeza. Así lo reafirma su más reciente muestra expositiva Far Horizonts (Horizontes Lejanos) en la Galería Teodoro Ramos Blanco, en la que exhibió, sus “nuevas constelaciones”.

Con una sensibilidad peculiar, Gallardo nos confiesa que fue un sonido musical el que lo sedujo e instó a huir en busca de otras formas y luces en el espacio. En sus cuadros, el místico tratamiento de las atmósferas y la sobriedad cuasi apabullante que los encierra, nos conduce a inciertos paisajes mentales, de difusa ideología, y en donde la invocación irracional hacia mundos distantes, carentes de límites precisos, nos recuerda por instantes, -y salvando las distancias- los lienzos del alemán Anselm Kiefer.

Una sugestiva tensión se experimenta en sus conflictuales piezas, en las que conviven el orden y el azar, la duda y la certeza. Cada pincelada cobra vida a través de una poesía visual, cuyos resquicios encuentran cabida en el orden metafísico. Unido a ello, las apropiaciones literarias en los títulos, en los que los conceptos de soledad y silencio sobresalen como leitmotiv; funcionan a modo de vehículo o más bien intertextos donde se discursan, en este sentido, otras cuestiones existenciales.

Como si intentara refugiarse en su propio imaginario, Dayron se ha creado un armazón de símbolos, en un complejo universo donde la mancha en su espesor y la reducida paleta de colores, crean un cortejo sensorial que de manera inevitable sobrecoge al receptor. Sus “firmamentos” se convierten en respuestas introspectivas ante una incertidumbre que proviene de una realidad irracional que invade su pensamiento. Curiosamente, sus esotéricos sitios, se debaten entre celestes y terrenales, en un diálogo perpetuo, que la más de las veces, nos arroja al ostracismo.

Lo cierto es que la obra de Gallardo se niega a encontrar un límite, y como la escurridiza agua, encuentra siempre un sendero por donde huir y hallar otras oquedades. ¡En Hora Buena!, el quehacer artístico de este creador va viento en popa, y a sus aventuras pictóricas les queda tiempo por obcecarnos.


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