Una de las corrientes más apabullantes de toda la historia del cine lo fue, sin dudas, el movimiento expresionista alemán. Me es imposible no sobrecogerme con las escenografías de Metrópolis de Fritz Lang. Temo desmesuradamente ante las chimeneas oblicuas, las enormes sillas de cartón y las estampas fantasmagóricas de los protagonistas de El gabinete del Dr. Caligari. Además, de este tejido visual despampanante todos estos son filmes que denuncian a gritos las consecuencias de una “modernidad perversa”, esa que tiene como cara oculta la profunda angustia existencial y la automatización del sujeto en función de la carrera histérica por el progreso.
No puedo ver las obras de Miriannys Montes de Oca sin pensar en el movimiento alemán. Sus piezas, sus mejores piezas hasta el momento, relacionadas con escenas de teatro se me antojan también apabullantes. Jamás dormiría junto a los seres que habitan en Escena II. Estoy segura que salen del lienzo en la noche y realizan las más enrevesadas artimañas en las cúpulas del ISA. Ahora mismo los veo. Están vivos y también me miran. Vienen hacia mí con sus cuerpos entrecortados, sus estampas fantasmagóricas y su andar medio moribundo, como los personajes de otro grande alemán Ernst Kirchner. Caminan. Siguen caminando. Ya casi van a romper la tela para triturarme. Intento no verlos más. Cierro los ojos. Cambio la vista, me hago la valiente y sigo hablando con Miri. Esto no es ciencia ficción. Les juro que tampoco, una metáfora. Por favor, fíjense detenidamente en el personaje de la izquierda. Sintetiza lo más estrafalario de la iconografía de Burton: Eduardo, Vincent, Benjamin Barker…
Aunque aparentemente muchas obras de esta joven creadora poseen un toque de eso que se ha llamado “hermoso” o “lindo” y que tanto se ha condenado en favor de un arte con implicación social, hay que tener cuidado. En su propuesta estética lo que pudiera parecer “lindo” es solo un simulacro. Detrás de sus obras abstractas colmadas de flores y arabescos siento igualmente la decepción, la podredumbre y la decadencia que emanan de todas sus piezas. La problemática de “lo humano”, de la angustia existencial y el peso sobre el hombre de esa carrera frenética por el progreso imprime a todas las obras de Miriannys. De ahí, que se me asemejen tanto al cine expresionista alemán.
Su obra, como también he apuntado ya sobre otro creador cubano, no tiene nada que ver con el discurso sobre la insularidad, la pobreza o la identidad, temas que han devenido lacrimógenos y oportunistas entre muchos creadores; sino que su idiolecto estético se universaliza al abordar problemáticas universales propias de la misma condición humana más allá de cualquier frontera. Sus piezas tampoco a nivel de visualidad tienen ninguna relación con la “nueva pintura”, término empleado por el crítico Píter Ortega para designar a la corriente dominante entre los jóvenes pintores cubanos. Miriannys es simple y grandemente Miriannys.
WARNING con esta Caligari. Ahora anda solamente por el ISA, pero dentro de muy poco sus desmanes seguro darán mucho de qué hablar por el mundo.