El Museo Reina Sofía acoge, desde el pasado 4 de abril, la mayor exposición antológica dedicada a Wifredo Lam en España. La muestra cuenta con 250 obras -pinturas, dibujos, grabados y cerámicas- y cerca de 300 documentos, entre los que se incluyen, cartas, fotografías, revistas y libros, que aportan abundante información sobre el contexto y las circunstancias particulares del artista. La muestra que exhibe ahora el Museo Reina Sofía, antes expuesta en el Centro Georges Pompidou de París, ha incorporado obras poco conocidas, realizadas durante los quince años que Lam pasó en España (1923-1938), periodo fundamental en la vida del artista, cuyas influencias sirven para entender su obra posterior.
En sus años en España, admiró y estudió a los maestros del Museo del Prado pero también se contagió del espíritu rupturista y de experimentación plástica que entonces agitaba a toda Europa, y del que Lam formó parte, no desde una posición receptiva, sino, y sobre todo, a partir de la experimentación propositiva. Uno advierte, casi de forma inmediata, a medida que avanza por la exposición, que no se trata de meros ejercicios de reproducción de estilo, o de manoseo de tendencias vanguardistas, sino de un consciente y comprometido proceso de búsqueda personal y artística que le acompañaría a lo largo de su vida, y que probablemente, determinaría la naturaleza de su genio.
Sorprende constatar de sus años en España obras en las que aún no se ha decantado por la síntesis formal del movimiento moderno y mantiene un lenguaje a medio camino entre la nomenclatura académica y la soltura vanguardista. Valiente desde el principio en los motivos que escoge, llama también la atención de estas primeras obras en España el retrato de una figura andrógina con accesorios y fisonomía oriental, así como las majas con peinetas e indumentaria decó. Obras en las que apenas es reconocible el lenguaje pictórico que llegaría a caracterizar su obra.
Mucho se ha escrito de la asimilación de los lenguajes vanguardistas en la obra de Lam. De la experimentación con la síntesis cubista y de la exploración del universo onírico que proponía el surrealismo. De su amistad con figuras clave del movimiento moderno como Pablo Picasso y André Breton. De la revelación en el Museo del Hombre de París delrepertorio iconográfico del arte africano, y en particular de la estatuaria y la máscara africana. De su reencuentro con el complejo universo simbólico afrocaribeño a su vuelta a América y del contacto con intelectuales como el poeta martiniqués Aimé Césaire, para quien ilustrara Cahier d’un retour au pays natal en 1940, y ya en Cuba con los destacados antropólogos Lydia Cabrera y Fernando Ortiz, cuya introducción en el universo afrocaribeño marcó un giro cualitativo en la concepción de sus temas y de su repertorio iconográfico. De la importancia del mestizaje en su obra, no sólo de aquella mezcla que le da origen, padre cantonés, madre mulata, sino de aquella otra que alcanza a su obra, una simbiosis capaz de desarticular y poner en crisis el discurso y las lógicas coloniales centro-periferia, civilización-barbarie, desde una propuesta artística profundamente comprometida y eficaz.
Pero esa asimilación no supuso una incorporación pasiva sino una digestión consciente y activa. Cuando uno recorre, una tras otra, las piezas de la exposición, casi de forma inmediata se da cuenta de que Lam es mucho más que la simbiosis creativa de todos esos encuentros y circunstancias vitales. Se nos revela un hombre que ha trascendido y superado sus determinantes culturales e históricos, a través de un proceso consciente y comprometido en el que ha superado el pensamiento colonial a través de su arte.
Los comisarios de la exposición Catherine David, Centro de Arte Georges Pompidou, y Manuel Borja-Villel, director del Museo Reina Sofía, han señalado que esta retrospectiva quiere profundizar en la obra de un artista “difícil de entender, al que se ha tratado de colocar en categorías demasiado definidas y estables”. Su propuesta trata de “resituar su obra dentro de la historia del arte internacional en el que Lam es un actor esencial”, en un contexto de producción en el que aún no existían “categorías como arte latinoamericano, que el mercado del arte crearía en la década de los setenta”, declaraba Catherine David y añadía, “la obra de Lam es un maravilloso caso de las vanguardias transregionales”.
Esta visión panorámica y progresiva de la exposición, da cuenta del carácter escurridizo de Lam ante cualquier tentativa taxonómica. Su obra fue un proceso de exploración y búsqueda de enorme valentía creativa y vital.
La exposición podrá verse hasta el próximo 15 de agosto y luego continuará viaje hacia la Tate Gallery de Londres. Esperemos que, siguiendo el espíritu viajero del artista, se anime a cruzar el Atlántico para continuar su recorrido en el Museo Nacional de Bellas Artes de Cuba.