Cuenta la historia que en cierto terreno muy lejano se encuentra ubicado un reinado peculiar, al final de un camino trillado un palacio alberga en su interior un espíritu inquieto, libre y rebelde. El individuo, pintor por naturaleza, ha encontrado en sus derredores varios argumentos que le funcionan como pretexto para las nuevas telas realizadas. Su quehacer se oxigena con cada una de las series trabajadas, en su producción existe actualización formal y conceptual al interior de cada lienzo intervenido. Marco Arturo Herrera Orbe (1991), nuestro espíritu revolucionario, sabe lo que hace. Con una carrera corta pero cuantiosa, ha logrado plasmar un lenguaje muy personal en el contexto de las artes visuales emergentes.
La serie que hoy nos presenta permite apreciar su evolución desde su tránsito por las aulas y pasillos de la Academia de Bellas Artes San Alejandro hasta nuestros días. La institución fue de vital importancia para su creación y para el desarrollo de un discurso fresco y de alto refinamiento humorístico. El empleo del retrato como un medio que lo ha distinguido y como una de las temáticas más recurrentes, permite acercarnos y dialogar con cada uno de los personajes que se encuentran en las representaciones. Asimismo, Marco ha logrado crear una iconografía propia basada en el modo de dibujar el rostro y algunos objetos que acompañan a sus actores.
En el año 2013 las ambiciones del artista crecieron y sus intereses se enfocaron en una nueva serie de trabajo que da título a la presente exposición, La Familia Real agrupa seis lienzos y una caja de luz que permite apreciar como su léxico iconográfico se enfoca hacia la sociedad aristocrática y el contexto en el que se desenvuelven y desarrollan. En la historia recreada desfilan personajes (reyes, princesas, duques, plebeyos) construidos por Marco Arturo para, desde la metáfora y la ironía, plantear códigos y estrategias que logran establecer un diálogo directo con el universo imaginado, la realidad contemporánea y sus propios conflictos que a su vez nos pertenecen.
Este es un momento en el que la obra, su pincel y su pensamiento han madurado. El lenguaje y los recursos plásticos son otros, a partir de esta exposición vemos en el quehacer de este creador un vuelco formal en el que se mezclan diferentes manifestaciones artísticas. Su mirada se ha detenido por unos segundos en algunos artistas de generaciones anteriores, por ejemplo como Lázaro Saavedra y Tomás Esson lo hicieron en algunas ocasiones Marco Arturo en esta muestra interviene la pared como un elemento más para ayudar al espectador a encontrar un significado en la obra. Otro punto de contacto que se puede establecer es con la instalación La caída de Ícaro de Humberto Castro en cuanto al resultado final de colocar un objeto instalativo frente a un lienzo para completar la narración que desea transmitir el artista. Asimismo, encontramos semejanzas con la estética de la Old School norteamericana, un elemento que le es muy cercano por su labor como tatuador; de aquí toma prestado el gusto vintage, el manejo de la línea negra y gruesa basada en trazos que simulan un dibujo a mano alzada y la representación de flores, espinas, corazones, etcétera.
Este nuevo repertorio visual en el que las familias más ricas controlan los diferentes sistemas de gobierno y, a su vez, se encuentran envueltos en una clásica lucha por alcanzar el poder. Cada miembro de La Familia Real quiere izar su propio estandarte, para ello se valen de la doble moral, del engaño, de las inconsistencias políticas y sociales, entre otros tópicos. Marco Arturo, añade un aspecto novedoso, ha decidido salirse del formato del bastidor e interviene la pared de la galería en la que se halla colocado el lienzo; es decir, expande su soporte de trabajo para terminar la escena del cuadro. La expansión, debemos tener en cuenta, es una categoría plástica que según su estudiosa la crítica de arte Rosalind Krauss, crea nuevas intersecciones que van más allá de los límites impuestos y posibilitan renovar las estrategias relacionales con el entorno y su contexto.
Los reinos de Marco Arturo Herrera, a pesar de su juventud, poseen un sello característico que lo convierte en uno de los gobernadores que emplea códigos estéticos y conceptuales del expresionismo que le permiten generar representaciones únicas y originales en el contexto del arte emergente de la Isla. Su quehacer irá con el tiempo ganando seguidores, sus obras a través de la ingenuidad infantil, la alegoría y la suspicacia nos hace reflexionar, pues sus pinturas lejos de la banalidad establecen diálogos directos con otros reinados marcados por las circunstancias actuales.