El pasado 18 de marzo fue inaugurada en la Galería Frank Schlag & CIE, en Essen, Alemania, la exposición personal Geometría Social, del artista cubano Enrique Báster. Hasta el 20 de mayo, el público que asista a esta galería podrá contemplar 15 obras con técnicas y formatos diferentes, pero unidas todas por la abstracción geométrica como lenguaje.
A una primera mirada, las obras de Báster podrían parecer el resultado pictórico de un gesto espontáneo. Pero esta sensación es efímera, el espectador puede sentirla solo los segundos que tarda su retina en traducir unas imágenes que le advierten que nada en ellas es instintivo. La racionalidad total prima en el arte de este artista que analiza profundamente dónde colocar una línea o un empaste.
La deconstrucción geométrica de la realidad es el pilar que sostiene su obra. En múltiples ocasiones Enrique Báster ha declarado que la suya es “una abstracción basada en hechos reales”, sentencia que evidencia que su intención, como artista abstracto, no se sostiene en el rechazo hacia la representación o la mímesis, sino en la imbricación de hechos y situaciones reales con las formas básicas que la geometría le ofrece. Su propósito es explorar al máximo todas las posibilidades compositivas que derivan de la descomposición y fragmentación obsesivas y minuciosas del ambiente urbano contemporáneo. Tanto, que el receptor cae en la fascinante zona de la ambigüedad, en la que es difícil discernir si se está ante la presencia de una urbe fragmentada y traducida a códigos geométricos, ante universos microbiólogicos percibidos a través de lentes o ante algún objeto venido del mundo de la digitalización.
Es usual percibir en las obras de Báster la convivencia del collage fotográfico con la pintura al óleo u otros materiales poco tradicionales (papel moneda, cemento, arena…) y es que en cada pieza deja un fragmento de su propia historia, de su experiencia personal, que se convierte en colectiva. Todo ello integrado a un universo neobarroco, donde un elemento simple –un cuadrado, por ejemplo- se repite tantas veces en el espacio planimétrico del lienzo, la cartulina, el plywood, la portada de un libro, o el propio muro, que el resultado final es el orden vs caos, donde no hay principio ni fin, donde las leyes desaparecen, donde todo, como madeja, se entrelaza y los espacios son invadidos por un espacio otro.
Y, justamente, la relación de los espacios es una constante en cada serie del artista. El concepto de límite es muy recurrente en obras que, en ocasiones, dejan absolutamente claras las fronteras entre lo público y lo privado, lo exterior y lo interior; y en otras, estas delimitaciones son transgredidas, provocando la contaminación de un espacio por otro, e incluso, creando delirante confusión entre ambos. Este hecho es, sin dudas, propiciado por un contexto urbano rico y diverso desde el punto de vista visual –que no lógico.
Y en esta abundante falta de planeamiento y ordenamiento lógico, Enrique Báster encuentra referentes y motivaciones a cada instante. Basta con recorrer con la mirada el entorno que lo rodea para que surjan en su mente disímiles composiciones que perpetúa a través del óleo, el grafito o cualquier otro material que considere idóneo para expresar sus ideas.
De una fuente inagotable de experiencias vinculadas al ambiente urbano y a las relaciones que puedan establecerse entre el mismo y otras zonas de la vida contemporánea –dígase relaciones de poder, conflictos demográficos, políticos, económicos, ideológicos…- deriva una obra en pleno desarrollo, surgida de la observación, la investigación, el análisis y la mirada crítica.