Nos ha tocado vivir una nueva era sumida en el caos casi absoluto. Las guerras en nombre del poder, el terrorismo en nombre de un dios, el hambre y las enfermedades que matan, los crímenes constantes e in crescendo son algunos de los patrones que conforman la cartografía de males que aquejan a la sociedad contemporánea. Sin embargo, desde las trincheras individuales que cada uno de nosotros debe cubrir, hay quien prefiere sobreponer las esperanzas a los miedos, burlarse a la cara de la violencia y sus amantes múltiples, y devenir una voz más en ese intento noble por cambiar el mundo.
Andrey Quintana se arma de un lienzo, colores e instrumentos varios. Su voluntad es la de adentrarse en esa realidad devastadora que nos circunda y crear un ambiente de reflexión en contra de la violencia y la carrera armamentista desde una óptica pictórica diferente. Para ello se vale de la ironía, el contrasentido y los recursos expresivos emanados de una obra visualmente complaciente. Sondea los conceptos que igualmente aporta el proceso de trabajo; y en la sustitución del pincel por instrumentos peculiares como jeringuillas o casquillos de balas, deja entrever parte de su individualidad creadora.
En Implosión el artista nos habla de un mundo en crisis utilizando para la ocasión el color como bandera. Subvierte los códigos visuales asociados al dolor y la violencia; y en una voluntad de tornar más incisivo su discurso se permite dialogar sobre un tema sumamente triste desde una imagen estéticamente bella. Así, detonaciones nucleares devienen explosiones de confeti, bombardeos aéreos simulan caleidoscopios que mutan y se expanden, o casquillos de balas “dibujan” rostros resplandecientes.
La muestra, al tiempo que propone un recorrido por algunos de los trabajos recientes del creador, constituye una invitación al análisis crítico y a concientizar la gravedad real de tales problemáticas. Con un modo particular de hacer, el artista proyecta un mundo imaginario que roza con el divertimento, creando en muchos de sus lienzos una suerte de escenografía que pudiésemos asociar a los juegos infantiles, pero cuyo discurso se siente sumamente visceral. Y es que Andrey juega desde la seriedad, porque es así como nos regala las más inmensas verdades.