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Juntos y revueltos en una Zona de Juego

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 Es requisito para la relajación de la mente que hagamos uso de vez en cuando de actos lúdicos y chistes.

Tomas de Aquino

Si fueras un niño gigante, tan grande como un edificio de veinte pisos y mantuvieses los pies pequeños como los tienes ahora, para no aplastar nada debajo de ti, y llevaras una maleta inmensa con crayolas que parecen obeliscos, una goma de borrar y algunos sacos de plastilina de tantos colores como puedan existir, ¿qué se te ocurriría hacer?[1]

Precisamente con esa interrogante comienza el texto que acompaña la exposición Zona de Juego, una incógnita que invita a responder activando en el adulto la originalidad de ese niño que todos llevamos dentro.

¿Qué se te ocurriría hacer, entonces, una vez que irrumpes en Zona de Juego? Serían tantas las acciones, las respuestas, las posturas, las ocurrencias……..todas válidas a experimentar y explotar ante cada una de las piezas/juguetes que dan cuerpo a dicha muestra. Primero que todo te desconciertan y engatusan los colorines que predominan; esas simpáticas combinaciones de verdes, rojos, azules, morados, amarillos por doquier: en las paredes, en el techo, en el catálogo, en las obras, en los materiales, en fin, en todas partes.

Es esta una muestra pensada para adultos y niños, concebida como un diluyente de fronteras generacionales donde compartir todos al unísono, recordando en algunos –los adultos– la ingenuidad dulce de la infancia, e invitando los otros –los niños– a la diversión sana y ocurrente que los juegos y colores logran en ellos. Y es que desde la propia museografía todo esto se advierte. La disposición en sala de cada una de las piezas logra su cometido en pos de la interacción lúdica e ingeniosa con el público. El juego no solo se establece entre niños, sino también entre estos y los adultos. Se da una retroalimentación de posturas ante las patinetas, el cromatoscopio, la historieta, la plastilina y el péndulo inquieto de un lado a otro. El adulto se comporta de un modo, mas el niño lo incita a la diversión, a la sonrisa desenfadada a partir de los juegos.

Pero el discurso en Zona de Juego va más allá de lo anteriormente comentado. Es un modo de poner en cuestión dogmas sociales incorporados a la realidad del sujeto desde la infancia, maneras de expresión y reacción supuestamente invariables pero necesarias de subvertir aquí y ahora en esta suerte de “zona intermedia”. Es así, y el intento es perceptible en un Pinocho que arrastra maletas hacia una Tierra fantasma, en busca –diría yo– de respuestas positivas; o de espacios engomados (por siliconas) como posibles entornos de convivencias: un pez amarillo, un sombrero blanco, hojas azules, flores naranjas; o un cromatoscopio que invita a la complicidad de cambiar de formas y colores a través de un pequeño visor para que encontremos así la estructura que más nos guste.

El interés radica en propiciar la producción de un tipo de arte para niños y adultos, consumidores ambos en todos los sentidos. Generar la necesidad de concepción de obras que involucren a todas las generaciones, que requiera de todos un esfuerzo de interpretación e interacción y que a la vez propicie el intercambio de unos sobre otros.

La exposición, abierta a todo tipo de públicos y edades, permanecerá desde noviembre de 2016 hasta enero de 2017 en el Palacio de Lombillo para ser disfrutada a plenitud. Exhorto a que asistan y experimenten las sensaciones que esta muestra logra sacar a la luz, porque una vez que te decides a hacerlo, definitivamente estás adentrándote en una Zona de Juego.

 

[1] Osuna Morales, Yenisel. Zona de Juego. Exposición colectiva. Palabras al catálogo. Palacio de Lombillo (Empedrado No. 151 e/ Mercaderes y San Ignacio, Plaza de la Catedral), La Habana, 15 de noviembre de 2016 – 15 de enero de 2017.


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