La invención y desarrollo del ferrocarril jugó un papel fundamental en el surgimiento del Impresionismo. Observar el entorno desde un vagón desplazándose a toda velocidad cambió radicalmente la forma en que los artistas percibieron el paisaje. Asimismo, en la evolución del movimiento liderado por Monet, Pissarro y Renoir influyeron decisivamente los avances de la industria química. La posibilidad de encerrar los pigmentos ya aglutinados en tubos de metal facilitó el ejercicio pictórico al aire libre. Ya los artistas no necesitaban bocetar el paisaje que luego reproduciría en el estudio tras preparar los óleos. Antes bien, la ciencia les permitió copiar el paisaje del natural y, con ello, reparar en los cambios introducidos por la luz. Se potencia, entonces, la pincelada gestáltica, piedra angular del Impresionismo.
No podemos explicar el arte vanguardista europeo sin las Teorías de la Relatividad Especial y General (publicadas en 1905 y 1915, respectivamente) y la Teoría del Psicoanálisis (formulada por Freud hacia 1986). La firma de Salvador Dalí estaba basada en la imagen estroboscópica de una gota de leche. Incluso, el genio de Cadaqués cuenta en su vasta obra con series inspiradas en la bomba atómica y la Física cuántica. Siglos antes, los manieristas habían roto con los presupuestos estéticos del Alto Renacimiento al ejecutar retratos anamórficos realizados mediante lentes que deformaban la perspectiva euclidiana. Por su parte, los pintores del barroco neerlandés habrían de representar escenas cotidianas empleando la Cámara oscura, invento renacentista descrito a cabalidad en los apuntes del gran Leonardo Da Vinci.
A lo largo del tiempo, la relación entre arte y ciencia ha sido estrecha y muy fructífera. Los creadores de cada estilo, período o tendencia supieron trabajar con la tecnología disponible en sus respectivos momentos. Por nuestra parte, en el panorama plástico cubano más actual notamos un sustancioso incremento de lo tecnológico. Cada vez son más los artífices que recurren a ello para ofrecer propuestas que diluyen las fronteras entre artes y ciencias. Tal es el caso del artista David Beltrán, cuya más reciente muestra personal, Azul de composición geométrica, podemos apreciar por estos días en la sala expositiva El reino de este mundo, de la Biblioteca Nacional de Cuba.
Se define a la estratigrafía como la ciencia encargada del estudio de los estratos geológicos con una finalidad arqueológica. O sea, que nos permite analizar los cambios sufridos por la sociedad humana desde sus orígenes a la actualidad mediante los restos materiales distribuidos en el tiempo y conservados en el espacio. En cuanto rama del conocimiento humano, guarda estrechos puntos de contacto con la estratigrafía geológica, centrada en el análisis de las sucesivas capas de rocas que conforman los suelos.
En la serie Arqueología del color, núcleo de la muestra Azul de composición geométrica, David Beltrán se apropia de la estratigrafía para fotografiar cortes transversales a pinturas de Sandú Darié y José Mijares, dos reconocidos artistas cubanos. El resultado es convertido por el propio David en pinturas abstractas que aparecen acompañadas por las respectivas muestras de pigmentos extraídas de los cuadros analizados.
Con esta propuesta, Beltrán explora y refleja la tridimensionalidad física de una manifestación plástica históricamente asociada a lo bidimensional. De paso, vuelve sobre el carácter matérico de la pintura: uno de los grandes descubrimientos posmodernos que condujeron a la relativa independencia de la manifestación, a dejar de ser un medio para alcanzar un fin y convertirse en sustancia que dialoga única y exclusivamente consigo misma. A la vez, establece un juego de espejos, una suerte de mapa fractal por construir, pues sus propias obras son susceptibles a un análisis estratigráfico, lo cual redundaría en otras abstracciones y en otros análisis, conformando un ciclo matérico-representacional que bien pudiera repetirse una y otra vez.
El interés de Beltrán por la pintura como sustancia no abarca solo la serie Arqueología del color, sino que también se extiende a la combustión del color, tal y como lo demuestra el conjunto de dibujos Pinturas quemadas, compuesto por manchas de hollín derivadas de la quema de pigmentos como azul ultramarino, amarillo limón o rojo bermellón, entre otros. Ante esta propuesta, es inevitable que me remita al arte prehistórico, a los dibujos y palimpsestos que el hombre primitivo imprimía sobre paredes rocosas empleando sustancias naturales, halladas a su alrededor y procesadas con técnicas muy rudimentarias. Al mismo tiempo, me cautiva la forma en que David descarta las prerrogativas expresivas del color al transformarlo en un valor que, paradójicamente, contiene la esencia del croma.
En cuerda similar encontramos las series Sentimientos sumergidos y Soplos de vida: ensayo de abstraccionismo lírico y geométrico en el que el azar, la espontaneidad y lo efímero juegan un papel fundamental. Sería esta la vertiente más poética de su propuesta expositiva; la zona pictórica que mayor nivel de emotividad y expresividad condensa.
La abstracción cubana, de recorrido tan interesante como tortuoso, tiene en este joven pintor un exponente sugerente y novedoso que echa garras a procedimientos o algoritmos científicos para rendir tributo a nuestra tradición plástica y, al mismo tiempo, ofrecer su singular propuesta, que debemos seguir de cerca.
Para finalizar, y a modo de divertimento, no puedo resistir la tentación de adaptar los principios básicos de la estratigrafía arqueológica a la poética de David. Estos fundamentos quedarían establecidos de la siguiente manera: 1) Principio de superposición de estratos: las capas superiores de pintura serán más recientes que las inferiores. 2) Ley de la horizontalidad original: los estratos pictóricos se depositan siempre de forma horizontal o sub-horizontal y permanecen horizontales si no actúa ninguna fuerza sobre ellos. 3) Ley de la continuidad original: un estrato pictórico tiene la misma edad a lo largo de toda su extensión horizontal y conforma originalmente un conjunto uniforme sin artistas. 4) Principio de sucesión cromática: los estratos pictóricos contienen tonos individuales que permiten diferenciarlos con facilidad.
Y es que, si algo caracteriza el trabajo de David Beltrán, es su capacidad intelectual para provocar.