“El sentido de utilidad funciona más allá de la metáfora de la obra”.
Grethell Rasúa
Los caminos del arte se bifurcan con tanta variedad, riqueza formal y de contenido, que se hace difícil discernir las fronteras que lo distinguen de la realidad.
Interpretar tal circunstancia en la obra de la artista Grethell Rasúa exige una disposición de ánimo, un ojo avispado y desprejuiciado que sea capaz de adelantarse a los timos que el arte dispone para percibir las apariencias.
Su creación se desliza entre la inserción social, el cumplimiento de demandas, la apropiación de lo biográfico, el manejo de lo autobiográfico y lo documental, junto a la perspectiva procesual desde las que se construyen las obras, reformulando en muchas de ellas los valores sociales del gusto que tienen su punto de referencia, en esa caprichosa dialéctica de lo bello y lo feo.
Un arte con características sostenidas en la interacción social, en las relaciones personales, sustentadas a su vez en valores estéticos, parecería ser una posibilidad incongruente, dado que los temas sociales vinculados con la vida cotidiana, con gustos, hábitos, costumbres y creencias, inmediato a la función decorativa que implanta la cultura de masas, son pensados en muchas ocasiones, de acuerdo a los cánones establecidos por esa cultura y no en los que brinda la apreciación artística. Sin embargo, Grethell ha logrado habilitar una poética que compensa estos niveles, aun emergiendo con un significado personal, logra transformar las valoraciones y los usos de objetos de uso privado, en fetiches biográficos, manipulando sus apariencias y los gustos del consumo que los sostienen.
Siguiendo esta perspectiva, las 9 obras que integran la exposición, Más allá de la belleza, exhibida en la galería Villa Manuela, de la UNEAC, entre el 26 de enero y el 23 de febrero, del presente año, en forma de instalaciones, objetos, fotografías, dibujos y video, a pesar de su cercanía con lo decorativo, no responden a la funcionalidad propia de objetos pensados con esa finalidad. Son piezas que han sido imaginadas con una libertad formal que si bien está sujeta a patrones de belleza, al contener desechos corporales que pueden estar situados cercanos a la zona del cuerpo humano por donde son expulsados y estar sometidas al encargo, en ocasiones con connotaciones emocionales, establecen una relación diferente entre función decorativa, que no deja de tener una carga estética, pero está relacionada con lo utilitario, y la función estética, la que ordena cualquier otra finalidad de acuerdo al proceso artístico y al concepto que las sustente.
Así sucede en la instalación Con todo el gusto del mundo, que evoluciona de su exhibición a la manera de una exquisita “joyería”, a cajas que contienen objetos resultados del procedimiento apuntado antes: el encargo, su confección por la artista y el resultado final a través del cual lo feo, aborrecible o desagradable, se ha convertido en algo bello y exquisito.
El procedimiento utilizado en la fabricación de las prendas es concebido por la artista como un ritual, una actitud, que reúne las habilidades de un orfebre junto a sus mañas y perspicacias empleadas en su confección. Algunos objetos portan consigo significados dispuestos como letanías invocatorias: soledad, paz, gratitud, fuerza, sabiduría, vida, anunciando la disposición que toda letanía advierte. Las piezas se colman de esos buenos designios, porque quizás no alcance su belleza y sea necesario que ellas también se comporten como una protección.
Uno de los aspectos sobresalientes de la interpretación de la estética que se desplaza entre esas categorías, reside en la solución visual que detentan las obras, como señalamos, alejadas de lo convencional, de las normas habituales a las que nos ha acostumbrado el consumo en relación con prendas personales y accesorios, como suelen ser anillos, brazaletes y aretes. Ello puede apreciarse en un anillo que contiene 33 gotas de sangre, cada una en cristal y plata (representando el número de años de la artista). No nos podemos imaginar un anillo en forma de libro, con hojas de cristal que se suman una a una para descansar en el aro que las sostiene, la artista lo coloca sobre una escalera. Alcanzarlo parece encarnar el ascenso de su propia vida.
Desde esta perspectiva, los cánones del diseño y la publicidad son violados, tratando de crear un nuevo mundo en el que la belleza, que está en la base de ambos, es portadora de otros sentidos que la cuestionan como canon, manteniendo su carácter autotélico, a semejanza de aquel que solemos apreciar en las obras autónomas.
En una de las obras el espectador se enfrenta a través de fotografías y objetos al doloroso fenómeno del decorado de plantas naturales que son pintadas, pinchadas, heridas, para que luzcan colores y diseños que pretenden engalanarlas yendo más allá de su real belleza. Igual golpeará la visión de un video sobre la forma en la que se aplica un tratamiento al rostro femenino, pretendiendo borrar los detalles del paso del tiempo. Ella sirve de modelo en ese procedimiento, pero solo se aplica a la mitad de su rostro, al final este queda dividido en dos partes, lo que somos y lo que pretendemos ser.
Tales visiones nos acercan a las formas diferentes en las que puede ser interpretada la belleza, unas para deshumanizarla y otras colmándola de historias personales.
Con acierto, la artista nombra la muestra Más allá de la belleza, porque mientras la categoría de lo bello emerge de un sistema de valores resultados de evaluaciones establecidas por la apreciación, en esta ocasión, dicha categoría se pone a disposición de un proceso de creación que moviliza recuerdos y sentimientos, se apropia de elementos de la naturaleza burlándose de gustos del consumo, denunciando cómo ella es violentada por ese consumo.
Grethell sin renunciar al sedimento que brinda toda alusión a la belleza, logra que estas presencias signifiquen algo más de lo que muestran sus apariencias.
NOTA: Versión ampliada del texto publicado en las palabras al catálogo de la muestra Más allá de la belleza.