Zaida del Río es de las pintoras cubanas de la generación del setenta. De raíz campesina su talento de inmediato le permitió conquistar La Habana (…)
De esa década la historia del arte cubano conserva su rostro tierno, bello y pleno de luz en la obra de Flavio Garciandía Todo lo que usted necesita es amor (1973, Museo Nacional de Bellas Artes). Sobre el origen de esta pieza la artista nos cuenta: “Bueno, te puedo decir que todavía me gusta acostarme en la yerba, como en ese día que fue una casualidad. Yo estaba en el Parque Lenin. En los años 70 íbamos mucho allí, era un lugar muy lindo, todavía sigo yendo, por supuesto. Y la foto me la hizo un fotógrafo amigo mío, no era un desconocido, por eso tengo esa cara, porque yo estaba dormida, me estaba despertando. Y luego Flavio, que hacía hiperrealismo, tomó la foto, y por suerte para mí hizo ese cuadro tan hermoso que está en Bellas Artes”.
(…) Ella es una genuina representante de su generación (…) En su obra constantemente afloran diversos personajes que una línea vigorosa dibuja entre manchas y colores. La propia artista reconoce: “En mi obra siempre la línea, el dibujo, es protagonista por más que yo use mucho color”. De ese modo en su pintura una cosmogonía muy lírica y particular la ha llevado a los más recónditos lugares del ser, de la naturaleza, de la femineidad, de la sensualidad y de costumbres y culturas exóticas.
(…) Cada tema que aborda lo hace con pasión desenfrenada, asumiendo cada pretexto como si fuera esencial para el universo. De ahí la vehemencia de la línea, la intensidad de sus manchas de color, las maneras en la cual los contrasta y el modo entretejido de sus formas. Su intención última es conocerse a sí misma: “Mi obra es un reflejo absoluto de quien soy yo porque pinto por inspiración. Normalmente no me siento a cavilar qué voy a hacer, salvo si es una escultura o un mural. Yo trabajo, trabajo y trabajo y siempre tengo deseos de trabajar. Yo pinto todos los días”.
Un momento trascendental en su carrera lo constituye su transfiguración como mujer pájaro, tema que se hizo particularmente evocador en esa intención de autoconocimiento: “para mí todos son momentos importantes porque yo cambio mucho de tema, lo mismo me he inspirado en las marinas, que en la religión afrocubana, que en la católica, que en el budismo, en la numerología, en los aromas… pero yo creo que fue importante el momento en el cual inventé la mujer pájaro, que no la inventé yo (…)”.
(…) De los artistas consagrados como ella constantemente se espera más, pero ella no piensa en eso: “Yo vivo sin ese peso. Estoy muy agradecida a la vida y al reconocimiento de todo el mundo”. Ser artista es una vocación, es una necesidad impetuosa de estar en una dimensión otra que vincula un imaginario y la realidad. Así se plantea y fluye su obra. Todos reconocen su fuerza, la coherencia entre su ser y su hacer; muchos la admiran en tanto luchadora; la mayoría aprecia su arte bello y no faltan a quienes posturas como las de vestirse con traje soberbio como Pavo Real les parezca excéntrico. Ella ha marcado una pauta, como otras grandes mujeres (…).
Podemos acercarnos entonces a cuánto se descubre de la artista en su trabajo, pero siempre es infinita la posibilidad de descifrar la obra y la mujer (…).