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Posado sobre la noche

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Así como la fotografía tiene la capacidad de “captar la realidad tal cual” o, al menos, tal y como se presenta a la percepción psíquica y cognoscitiva del artista, la pintura puede reflejar igualmente esos instantes “reales” que suceden en la praxis cotidiana con la dosis de ingenio y subversión plástica que el creador pueda o le interese potenciar.

La vorágine de imágenes del día a día, las redes sociales, la explosión de experimentos fotográficos, junto a las propuestas sensoriales extrartísticas que invaden nuestros sentidos y ocasionan alentadoras experiencias estéticas, provoca que, captar breves instantes de la realidad desde el oficio pictórico, cual instantáneas subjetivadas, sea un terreno particularmente complejo de arar. Me alejo de una postura condescendiente, entonces, al descubrir en Posado sobre la noche, un estimulante escenario para mis pupilas en la medida en que descubro un profundo estado de contemplación y reflexión introspectiva a partir de efímeros micro-lugares.

Una configuración instantánea de posiciones, mas no un espacio específico, se detecta en los lienzos de Maikel, donde es la temporalidad del acto, la esencia del gesto lo que determina la intensidad de la escena. Es el tiempo, el protagonista por excelencia de su creación. La duración del frenesí olfativo de una salvaje atracción, un destello de luz de luna siempre diferente a otros, la inminencia de la muerte, la espera prolongada son todas imágenes definidas por la temporalidad en que suceden.

Asimismo, las piezas de Maikel no manifiestan la univocidad y la estabilidad de un sitio, de una acción, sino que representan un estado de emociones a través de los fugaces instantes recreados. Es la capacidad de trascender el plano representacional para convertir la percepción automatizada en una búsqueda intelectiva más profunda, la que emerge en su trabajo plástico. Sus escenas, si bien aluden a momentos en apariencia triviales y cotidianos, entrelazan diversos niveles discursivos relacionados con un sentir existencialista humano, el cual se revela a través de las sensaciones y los estados anímicos que potencia la percepción de las obras. En mi opinión, nunca es fútil la experiencia, si alimenta nuestra sensibilidad y pruritos más incómodos.

Maikel nos invita a encontrarnos ante una inquietante ave inerte, tranquila, en espera, a sentirnos por un instante su semejante o a intercambiar lugares…invadidos por la desolación de la noche…con la “libertad para volar” pero, aun así, vigilantes, temerosos, inmóviles, posados. Nos convida a detenernos ante estos grandes lienzos que muestran las cosas pequeñas de la realidad, podemos percibirlas o no, pero, sin dudas, las observamos ahora de diferente manera.


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