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Mientras nos dure la inquietud (I)

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Mientras Inti pelaba papas holandesas para hacerle una tortilla española a su hija, yo aminoraba el frío con una taza de café caliente. Conversamos sobre su carrera profesional, los escenarios, circunstancias y campos de acción alrededor de la misma.  

Dialogar sobre los inicios es siempre un interesante recurso anecdótico. ¿Cuándo comenzó Inti Hernández a interesarse por el mundo del arte?

Desde muy pequeño preferí una bola de plastilina al bate y la pelota de nuestro deporte nacional. Siempre la pasaba bien haciendo algo con mis manos y no tomó mucho tiempo para que me diera cuenta de que aquello que hacía atraía también la atención de otros. Una vez cumplidos los once años mi mamá me llevó a hacer las pruebas de captación para la escuela elemental de arte Olga Alonso en Santa Clara y desde mi matrícula en esa institución hasta la fecha todo lo que he hecho (y sé hacer) está relacionado con el mundo de las artes visuales.

Comienzas a desarrollar tu carrera como artista visual en el contexto de una generación (los 90´) “distinta” y no menos polémica dentro del desarrollo de la escena artística cubana. ¿Sientes que el formar parte o coincidir en/con dicha generación influye formal – conceptualmente en tu obra?

No sé si podemos decir que yo formo parte de la generación de los 90´. Los Carpinteros, Carlos Garaicoa, Esterio Segura y Sandra Ramos eran ya (aunque muy jóvenes) artistas consagrados. Yo recién había comenzado en el Instituto Superior de Arte cuando esa generación ya andaba viajando por el mundo. Recordemos que nosotros comenzamos en el ISA en 1995, y que no fue hasta la VII Bienal de La Habana con Galería DUPP y su Premio UNESCO para las Artes del año 2000, que la obra que veníamos haciendo en colectivo y en lo individual comenzó a ser apreciada por el gran público y estudiada en los círculos con aviso en el arte.

Cuando analizamos los preceptos que de alguna forma unifican los valores que defendía la generación de los 90 en Cuba, puedo ver que de ahí vengo: el gusto por las buenas formas, la utilización de materiales y técnicas establecidas en la historia del arte y el pensarse la obra, aunque inteligente y sofisticada, también como una firma auténtica y mercantil. Pero cuando sigo el desarrollo de mi obra desde Galería DUPP hasta la fecha noto que hay algo distinto que cuestiona la naturaleza misma de la obra. En piezas como Descenso (mi obra para el proyecto DUPP titulado La Época); donde el público forma parte indisoluble de la obra y de alguna manera la completa o cuando vemos que en la obra Encuentros (cubiteras) (la obra de los cubitos de hielo del ‘amigo’ y el ‘enemigo’) no podemos definir qué es la obra: si son las cubiteras que dan forma a los cubitos de hielo o es el acto de compartir los mismos en las bebidas de un “público”, que por demás no necesariamente está allí para consumir arte, vemos que el arte como resultado juega a expandir la noción de autoría y con ello, también, la naturaleza y el papel que juega el receptor a lo hora de consumir y desentrañar la obra. Esto, a mi modesto entender, no es lo que nos viene a la mente cuando pensamos en la ‘generación de los 90’, pero ignoro a qué otro movimiento de las artes cubanas contemporáneas podríamos hacer pertenecer lo que hago. Quizá es simplemente no relevante encasillarlo a un tiempo o a un espacio. Así puede seguir diáfano en su desarrollo y haciéndonos creer que mientras dure la ‘inquietud’ y el deseo sea pleno y honesto de saciarla, es eso que hago algo que pertenece al ‘aquí’ y al ‘ahora’.

Entre el 2005-2006 obtuviste una beca para estudiar en Holanda por parte del Rijksakademie van beeldende kunsten / Ministerio Holandés de Educación, Cultura y Ciencias. Coméntanos sobre dicha experiencia.

La Rijksakademie, aunque habla de ‘academias’ en su título no es una escuela, es un programa de residencia para jóvenes artistas internacionales basado en Ámsterdam. Fue un lujo quedar dentro del selecto grupo de afortunados y contar con el apoyo incondicional de dicha institución y sus patrocinadores. Así pude concentrar fuerzas y continuar desarrollando mi trabajo por un espacio de tiempo de dos años.  Aunque con un tono demasiado monasterial para mi gusto, dicha institución fue la puerta abierta que me permitió adentrarme en el mundo del arte en Holanda y dar a conocer lo que hago en el país donde vivo la mayor parte del año.

Tu vida personal / profesional se desenvuelve entre dos países: Holanda y Cuba. Ambos escenarios influyen en la realización de proyectos artísticos desde diversas perspectivas. ¿Cómo manejas esta situación desde el punto de vista creativo, ejecutivo, comercial y promocional?

Hay muchas cosas en esta pregunta. Permíteme sólo mencionar que de mi “doble nacionalidad” trato de aprender y aprehender lo mejor. Holanda me ha dado el entrenamiento lógico y práctico para entender cuántos astros han de alinearse para que podamos ir de una idea inicial a un resultado. Holanda es el contexto de ‘la agenda’ y del respeto de la misma, no sólo la propia sino también la de los demás. Cuba es el contexto de la improvisación, es el contexto que está en mi vida para recordarme que estoy  ‘aquí’ y ‘ahora’ y que la vida es buena porque es curiosa y porque está siempre abierta y dispuesta a adaptarse a lo que tenga que suceder.


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