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Identidades compartidas

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Entre la ficción y la realidad, un proyecto colectivo entre artistas de México y de Cuba se expone por estos días en la galería de Calzada y 8, en el Vedado. Aunque, Miriannys Montes de Oca, Melisa Manguart y Osmel Herrera vienen de las aulas del ISA, una de las razones que los motiva a realizar este intercambio es la voluntad de autogestión y de iniciativa al margen de la institucionalidad.

Descansa, el eje temático de esta muestra, en la socorrida identidad latinoamericana. Para estos creadores son cruciales las condicionantes sociales, económicas, culturales que el continente americano enfrenta luego de una política de Guerra Fría. Ello supone una actualización de los enfoques, intentando entender la totalidad de la región desde las particularidades identitarias que definen sus espacios. La producción de localidad, es como le llama Arjun Appadurai a este fenómeno que en el nuevo orden global se impone.

En este sentido, el trabajo de Osmel Herrera deviene fundamental. A este artista siempre le ha interesado reflexionar sobre las lecturas que hacemos de la historia, precisamente, obedeciendo a una contextualidad específica. Osmel resalta la historia como constructo y pone en evidencia que los significados o contenidos que se suelen defender y en los que creen los sujetos sociales responden a cuestiones estructuradas desde el poder. Por esta razón, es recurrente en su obra la utilización de símbolos culturales (auto lada, la caña de azúcar, etc.) que ilustran períodos específicos de la historia cubana y que, en variadas ocasiones, le permiten discursar sobre la decadencia, la falsedad y el desgaste de ideas, conceptos y comportamientos.

La obra de Melisa Manguart también trabaja sobre esta línea. El vaciamiento de sentido, esta vez con relación a figuras políticas, es uno de los cuestionamientos que la artista plantea. La reproducción incansable en artículos de diverso uso de la imagen del Che, por ejemplo, y su comercialización y exportación a modo de souvenir es un hecho que lacera, deteriora, en los tiempos actuales, la sociedad cubana y el discurso político que en ella se genera.

Asimismo, Miriannys Montes de Oca se hace eco de este deterioro epocal, pero enfatizando sobre todo en el arte y en sus operatorias. Miriannys asume la pintura como “identidad de un tiempo” y calca imágenes publicitarias valiéndose de materiales típicos de la industria de la publicidad, pues para ella el vinil, el acrílico y la iluminación led son la esencia de la contemporaneidad. La artista está convencida de que: “vivimos en una época de grandes miserias, pero también en un país donde aún se conservan grandes ilusiones de prosperidad”[1]. Sus pinturas que recuerdan al pop art, se convierten, así, en una ilusión, en un producto filtrado, artificial, fruto del desgaste de un proceso.

En extremo crítica, esta exposición se presenta como un intento de diálogo, de conexión múltiple para repensar nuestra región y descentralizar los artificios discursivos que condicionan la realidad de la misma. Estos jóvenes artistas de México y Cuba, trazan nuevas vías de encuentro mediante la indagación en el repertorio identitario local como único modo de sobrevivir en un contexto globalizado, de capitalismo multinacional. Entre la ficción y la realidad propicia el debate cultural, debate que, a fin de cuentas, como expresara Gerardo Mosquera ha devenido espacio de lucha política tanto en lo simbólico como en lo social.

[1] Notas de la artista.


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