El artista de islas, espacios cuyos destinos, imaginarios y mixturas culturales han estado en buena medida marcados por el mar, mar-muro-puerta-sepulcro, etc., no necesita grandes credenciales o un excesivo pensar en adecuaciones curatoriales para incluirse en una muestra como Mar de culturas [1]. Su participación, podría decirse, sucede casi por suerte de vínculo vital. Este es el caso del cubano Esteban Leyva (La Habana, 1957), quien en la mencionada exhibición ha puesto su obra a dialogar con la de creadores foráneos como Olga Sinclair (Panamá), Luis Feito, Rafael Canogar, Rafael de Rivera (España), conectadas de una manera u otra con las dinámicas que el espacio marítimo propicia (o impide). Sus sensibilidades son al tiempo configuradoras del mar nominal y metafórico de culturas que la muestra propone. Esta última de hecho se inscribe en el marco del Acuerdo Cultural “Canal de Culturas: Panamá-España”, al cual en esta oportunidad se ha sumado Cuba como país participante.
La poética de Leyva expresa de manera diáfana la cualidad de lo monumental en paisajes abstractos; quizá motivada por la impronta que la pintura mural ha tenido en su trayectoria artística desde su propia formación académica. Ello además se corresponde con la expresa voluntad del artista de liberar las formas que abigarran las composiciones; es en las telas de grandes dimensiones donde Leyva puede expandir un universo de formas puras. Como ha planteado el propio autor en más de una ocasión refiriéndose a su trabajo, el punto de partida son sensaciones, pulsiones, cuyos orígenes están en la realidad circundante pero, que se expresan en las telas desde el potencial sugestivo de las formas y los colores per se. Se trata en todo caso de devolverle al público diversas vivencias transmutadas en una muy personal poesía del trazo. Al tiempo, casi al cerrarse el ciclo vital de cada pieza, pueden generarse nuevas experiencias sensoriales en el espectador.
No obstante la mencionada evasión de explicitar los contenidos, la propia naturaleza de estas abstracciones puede activar ora el recuerdo de la ciudad y sus agitadas dinámicas (serie Fiestas), su vértigo luminiscente, ora la poesía de caóticas arquitecturas superpuestas, ora la vibraciones del mar, sus criaturas y artefactos que lo habitan (serie Karamelos y deseos). El mar, que para Leyva en esta ocasión, es por partida doble, sitio de origen, confluencia de destinos.
[1] Abierta al público desde el 16 de noviembre del 2016 hasta el 10 de enero de 2017. La curaduría estuvo a cargo de los especialistas Maylin Pérez Parrado (Cuba) y Antonio Bernal (España).