Art OnCuba conversa con la curadora Cristina Vives, a propósito de la exhibición Q&A: Nueve artistas contemporáneos cubanos, inaugurada hoy en el Museo de Arte y Diseño de Miami Dade College como parte de Art Basel Week.
¿Alguna vez ha aplicado a Art Basel el estudio Figueroa-Vives?
No, aunque creo que a Art Basel como organización de feria, no le debe interesar qué asume el gobierno cubano o no como legal en términos de galería, le debe interesar qué es buen arte o no. Pero, cuando uno va a una feria comercial, cualquiera que esta sea, uno contrae un compromiso de una continuidad de trabajo, no con la feria, si no con los posibles clientes, con los coleccionistas y con los artistas. Entonces, si tú nunca te has planteado tomar el formato de una galería, con todo lo que eso significa, es mejor no presentarse a una feria, porque no podrías responder a los compromisos que contraes, no podrías darle continuidad al trabajo. Vas a estar de una manera muy incoherente. Y yo realmente, nunca me planteé ser una galería comercial. Quizás si hubiera aplicado con los 20 años que llevo de trabajo con los artistas, organizando exposiciones, escribiendo quizás les hubiese interesado mi propuesta. Pero no es el formato que yo pretendía.
Precisamente, Q&A: Nueve artistas contemporáneos cubanos, exposición que llevo a Basel, me interesa muchísimo y es justamente porque no es comercial y porque se sale del circuito en el que estarán la mayoría de los artistas cubanos participantes. Sabemos que en Basel hay un circuito central al cual no accedes por deseo sino por elección de Basel. También hay todo un Basel, como ocurre con la Bienal de La Habana, periférico que se mueve en todo el espacio que sea capaz de tomarse, donde accionan los artistas individualmente a través del circuito de galerías tradicional que tiene Miami o a través de curadores que logran un espacio en algún punto, en alguna galería o en algún espacio incluso alternativo. Pero todo eso tiene un marcado objetivo que es darte a conocer frente a la cantidad de coleccionismo que se está moviendo durante cuatro días en Basel. Es un coleccionismo que sigue sus galerías, sigue sus artistas, pero dedica un tiempo a ver qué hay de nuevo y en ese qué hay de nuevo si no estás bien guiado te pierdes (como también pasa en la Bienal de La Habana), si el que te guía sus intereses son estrictamente comerciales te llevará al punto donde su interés comercial está representado. Entonces, la mayoría de los artistas cubanos que están visitando Miami en los días de Basel lo hacen con el interés por supuesto de hacer contacto con el mercado del arte.
¿Me pudiera comentar un poco sobre esta muestra que lleva a Miami en el marco de Art Basel Week 2016?
Este proyecto se dio de una manera muy curiosa, accidental. Fue una exposición que curé el año pasado y que llevé a Washington. Aunque no guardaba relación con el movimiento de Basel, pero coincidía con diciembre, mes en que se produce Basel y mes en que se celebraba el primer año de las relaciones Cuba-Estados Unidos. Entonces, a mí me invitan de Washington yo llevo la exposición, pero claro, el tránsito es por Miami y pude disfrutar de Basel por primera vez (aunque lo había intentado, por una u otra razón no llegaba nunca a Basel Miami Beach) tampoco soy muy fanática de ferias y fui a echarle esta vez un vistazo para ver qué pasa con Basel. Y en ese tránsito a Washington me encuentro, a través de personas que nos habían recomendado, al presidente del Miami Dade College, el Sr. Eduardo Padrón, una personalidad dentro del proceso de desarrollo del sistema educativo en los Estados Unidos, un académico sumamente reconocido. Él se mostró interesado en conocer lo que llevaba a Washington le cuento y me dice “te prometo que voy a ver la exposición e incluso antes de verla, creo que por lo que me describes puede ser una exposición que le interese al museo de nuestra universidad”.
Yo me quedé un poco en duda porque ese museo radica en un edificio emblemático en Miami: Freedom Tower (La torre de la libertad), un espacio que tuvo una historia en un momento de la década del 60 muy vinculada al éxodo de los primeros grupos de cubanos, incluidos los Peter Pan, el fenómeno de los Vuelos de la Libertad, etc. Todos ellos llegaban a este espacio, pues era donde la ciudad de Miami puso sus oficinas para recibir y otorgarle el primer registro oficial a los inmigrantes cubanos. Desde esa época, y por la manera en que Miami ha visto siempre este fenómeno al lugar se le llamó así: Freedom Tower.[1] De manera que se le quedó ese marcado simbolismo para todos los que por allí pasaron y para las fuerzas políticas relacionadas con el cubano de Miami. O sea, es un edificio que para mí está contaminado con una historia con la que yo no me identifico ni tampoco los artistas que yo estaría llevando a Washington. Y siempre para mí Miami ha sido un territorio complicado porque no hay nada cubano que no sea visto a través del tamiz de la política. Esas eran mis preocupaciones y a priori le dije a Eduardo Padrón: “No puede ser mi decisión, tendrá que ser la de los artistas, pero no me gusta el concepto simbólico de la Freedom Tower y no quisiera comprometer la visión de los artistas ni su nacionalidad cubana con valoraciones que no tengan que estar circunscritas al espacio de la exposición”. Y él me dijo: “La pelota está en su cancha”.
Me tomó alrededor de dos meses tomar la determinación. Después de consultarlo con los artistas y también conversando con muchos amigos en Miami, personas de mi generación que me decían: “para nosotros esa torre es el Miami Dade College donde está el Museo de Arte y Diseño”, me di cuenta que yo estaba condicionada por algo en lo que ya yo no tenía que pensar. Y todos los artistas de la exposición me dijeron: “por qué no, pero vamos a buscar un buen momento”. Y es que, con independencia de que el panorama artístico de Miami en los últimos años se está movilizando, se hace más contemporáneo y los artistas dejan de ser parte de ese gueto Miami y son ya muchos de ellos parte de ese movimiento continental e internacional, aun así Basel, es el momento idóneo en la ciudad. Y pensé, para hacer un esfuerzo tan grande como este y traer esta gran exposición y arriesgarnos al debate que todavía puede ser posible, es mejor hacerla en un período en que no solo nos vea la comunidad de Miami, sino que nos vea toda la comunidad artística que se une en Basel. Así le dije a Padrón: “Basel” y él me dijo: “Ok”.
A partir de ese acuerdo decidí hacer la exposición más grande. Incluí dos artistas más, uno de ellos, Tony Labat, es el único de todo el grupo y posiblemente el único de todos los cubanos activos en la comunidad artística nacional – aunque vive en San Francisco es muy activo en Cuba- que llegó el 31 de diciembre de 1965 a la Freedom Tower. Para él, ese espacio sí tiene un simbolismo y entonces dada la curaduría de la exposición que son nueve artistas, nueve preguntas y nueve respuestas, la respuesta de Labat es al exilio. Su propuesta es sumamente interesante. Es una gran instalación que tiene que ver con su historia personal y con la historia de su madre con quien él llegó a la Freedom Tower. De manera que Tony me incluía en la exposición un tópico, una pregunta y una respuesta que yo no tenía en las siete anteriores. El otro artista que incluí fue Fernando Rodríguez con un tema que le es muy común a su investigación: el concepto del múltiple dentro del arte, pero múltiple como ejemplo de la sociedad. A través de Fernando incluyo el tema de la relación entre una sociedad en extremo colectivizada y una sociedad en extremo individualizada y la relación entre esos dos extremos. Al final es la relación entre las personas en dos circunstancias o desde dos perspectivas diferentes.
El resto de los artistas se mantienen y en casi todos los casos presentan las obras mostradas en Washington, pero llevan una instalación más. Hemos, yo diría, que multiplicado por cuatro en contenido y en espacio la exposición inicial. Estos artistas anteriores siguen respondiendo a preguntas idénticas. Canales de información una preocupación absoluta en la obra de Fidel García ¿Por dónde van los canales de información de nuestra realidad y cuán mediados o mediatizados o filtrados pueden estar? ¿Cuáles pueden ser canales alternativos de información? Javier Castro me sigue respondiendo, ahora con una nueva obra, a su preocupación por el concepto del tiempo. ¿Qué cosa es pasado, presente o futuro para un cubano residente en Cuba?
Alexandre Arrechea, a través del espacio arquitectónico o el concepto de espacio. ¿Qué pasa con el movimiento histórico, los movimientos sociales dentro del espacio? En este sentido, tiene dos obras fabulosas, ya existentes, pero que por primera vez se ponen a dialogar. Este aspecto me interesa dentro de la curaduría, pues no estoy especialmente interesada en descubrir ni un nombre, ni una obra, me interesa que estas piezas que son en mi opinión excelentes, que son cruciales dentro de la investigación del artista (no importa el momento en que hayan sido hechas o las circunstancias en qué hayan sido exhibidas) las coloco en diálogo. Bajo un criterio curatorial diferente las obras comienzan a hablar otro lenguaje, que lo contenían ya, pero quizás no lo develaban. Y ese diálogo entre obras y entre artistas que nunca antes estuvieron juntos de esta manera hace que puedan estar respondiendo a preguntas que quizás no fueron nunca planteadas. Es lo que sucede con estas dos piezas de Arrechea que fueron concebidas en un lapso de siete años y ahora juntas accionan para responder al tema del espacio.
Otro de los artistas de la exposición es Campins quien se mantiene en ese discurso de la impermanencia de los valores visto a través de un paisaje. A mí esto me parece una posición filosófica, social, histórica. Campins siempre ha dicho que no es política, pero eso es imposible, toda postura lleva una toma de posición ideológica en algún sentido, pero todo eso a través de un filtro poético en la obra de Campins y de una pintura inmaculada, de forma tal que es el único pintor de la muestra.
Alejandro González, por su parte, mantiene la serie Reconstrucción sobre el Quinquenio Gris, exhibida en Washington, pero incluye ahora tres piezas que continúan esta serie. La serie anterior habla no de un momento histórico específico sino de conceptos que se vuelven peligrosamente cíclicos en nuestros procesos sociales: el concepto de mártir, del líder, del enemigo. Estas tres nuevas piezas que se incorporan a lo anterior van completando, van haciendo crecer la serie Reconstrucción. Es esta la manera en que él revisita la historia, la historia que su generación y las que le rodean han vivido dentro de las circunstancias del país.
Lorena Gutiérrez para mí sí fue un descubrimiento, muchas personas ya la conocían como una artista que apuntaba a ser sumamente sólida, pero yo había visto pocas obras. Sin embargo, me lancé, porque Lorena siendo mujer, muy joven, supuestamente entonces un personaje más frágil, estaba enfrentando uno de los temas más delicados en el arte cubano actual y en la exposición que es la corrupción y la corrupción a los altos niveles. Por esta razón, ella habla de Upperworld que es el título de su instalación, presentada más grande en Miami.
Humberto Díaz abre la exposición y esta vez repite, me parece con muchísimo más acierto por la posición en que está la obra expuesta, In the Spotlight (en el centro de atención). Adiciona Broken Life, el hilo conductor de esta pieza es un rayo láser que va cortando objetos, en esta exposición corta objetos y también el espacio inicial del museo lo corta en dos. Entonces estas dos obras se van conectando por el sentido de la luz, el haz de luz es el que guía al espectador, pero lo hace pasar por un centro de atención obligado (el lugar en que está la instalación obliga a todo espectador al entrar a la muestra a ser centro de atención) e inmediatamente que sale el haz de luz te va guiando transversalmente del primer gran salón de la exhibición. Humberto habla de estar en un centro de atención o de estar dividido, si bien una instalación te hace sentir el centro de atención como los 15 minutos de gloria que es lo que le está pasando a Cuba o la luz te divide y que es la división entre vidas de un lado y otro, vida privada, vida colectiva, vida aquí, vida allá, el éxodo, es decir, o vives un momento de gloria o eres una víctima de los controles. En ambos casos se trata de una relación con el control guiado por la luz. Así es como se van engarzando unas con otras las obras.
En resumen, creo que es una exposición muy poco frecuente en un contexto de una feria de arte comercial, no quiere decir que sea única. Sé que es una exposición grande en su dimensión, muy cuestionadora, pienso que si se ve con seriedad levante muchas más preguntas y respuestas de las nueve que contiene. El espacio en que está es excelente, aunque el museo está en puro tránsito para desarrollarse, se abre curatorialmente a una visión internacional bajo la dirección de Nina Carvajal, con una larguísima experiencia en la Bienal de Sao Paulo que conoce Cuba desde la década del noventa cuando vino como invitada a una Bienal de La Habana y ahí nos conocimos. Con esta muestra nos reencontramos, ella nueva en el museo y yo con mi primera incursión en el espacio curatorial de Miami. Son varias decenas las exposiciones que he curado en los Estados Unidos desde principio de los 90 y esta es mi primera curaduría en Miami, pues yo nunca había visto Miami como un espacio para discutir los problemas que a mí me interesan discutir desde el arte y ahora me parece que es el momento, la universidad, el museo y Padrón me abrieron esta puerta que yo no pensaba abrir.
Siempre he percibido en todas las exposiciones, notas, etc. del estudio Figueroa-Vives una insistencia en lo local, siempre una preocupación con el contexto. ¿Usted lo asume así?
Lo tengo asumido y, además, lo hago porque estoy absolutamente convencida…Aunque se disfrace de universalismo cualquier tema, este siempre está expresado desde tus peculiares puntos de vista y desde tu formación y la formación tiene que ver con contextos. Y el hecho de que un contexto sea determinado no hace que sea local el tema que estás cuestionando, lo que sucede que lo estás cuestionando desde un punto de vista para lanzarlo al ruedo internacional. Yo creo que todo el mundo habla desde un cierto grado de localismo, porque las personas son de ciertos sitios. Así siempre lo he visto y no solo no me avergüenza, sino que es lo que me nutre para marcar diferencias, de lo contrario todos estaríamos hablando de un mismo lenguaje que pierde solidez, no se arraiga a nada real. En la década del setenta, recuerdo, las galerías en Estados Unidos que se cambiaban el nombre de Arte Latinoamericano, para entrar en la competencia de la globalización y la competencia de la globalización se gana con la diferencia. Ser local no es ser provinciano.
¿Cree entonces que es necesario este énfasis en lo contextual para la colocación del arte cubano a nivel internacional?
Yo creo que ahora nosotros estamos viviendo un momento especialmente peligroso, porque los que no tienen información piensan que entre Cuba y Estados Unidos en terreno de arte están por primera vez relacionados y no es cierto. Hay que estar informados, porque existe además un flujo de personas para ambos lados que pueden confundirse, pueden no dilucidar los roles. Mientras más oportunidades tienes, más te equivocas, el margen de error es mucho mayor. Es decir, hay un nivel de desinformación tal, que ahí sí somos sumamente provincianos.
Entonces a mí me parecía interesante que desde el año pasado, y todavía hoy, se hable de artistas de mucho valor, que estén ubicados en un espacio donde muchas personas los escuchen y que los temas que se discutan te permitan entender, primero cuál es una buena investigación de arte y segundo para qué puede servir esa investigación.
[1] Torre un tanto ecléctica construida en la década del 20 del siglo pasado.