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Inercia: sobre el vaivén o la calma

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La obra artística genera la posibilidad, extraña en otros productos de la creación humana, de resemantizar sus sentidos y ofrecer lecturas diversas a razón de la subjetividad del espectador, de su experiencia vital, de los contextos socioculturales en que se desarrolle, entre otros tantos factores. Sin embargo, cada ejercicio curatorial precisa, si se quiere meritorio, de un compromiso con las premisas conceptuales y con la selección de las obras y los artistas, aun cuando constituya una propuesta interpretativa, entre muchas, de una temática específica. Inercia, muestra colectiva curada por Darys J. Vázquez, ofrece una mirada enfocada sin afanes antológicos, en las resonancias, quizás en algunos inconsciente, de ese concepto en un grupo de artistas.

En el campo de la física, la inercia es la propiedad que provoca que los cuerpos no puedan modificar por sí mismos su estado de reposo o de movimiento, debido a la inexistencia de una fuerza que actúe sobre ellos o debido a la resistencia que opongan a dicha fuerza. Entendida en su concepto más amplio, la inercia se erige en la muestra como significante de un estado de cosas que permean el contexto “glocal[1]” en la actualidad.

Status de Adriana Arronte, explora la noción de sistema circular a partir de referentes como el ciclo vital y la transformación de la materia. Sus objetos se “transforman” dentro de un sistema de estructura circunferencial en el que cada uno representa una parte significativa del ciclo y tiene un rol a desempeñar dentro del mismo. El ciclo de Arronte alude al curso inercial de las sociedades a partir de la analogía que establece con el lugar que ocupa cada ser humano dentro del desarrollo social y la dificultad que afronta al intentar revertir lo instituido como verdadero y convencional.

La obra de Orestes Hernández, Turned away from it, all like a blind man, se asocia a la obra de Adriana en tanto propone entender la inercia a partir de la relación del sujeto con su entorno sociocultural, pero esta vez desde la pulsión de las fuerzas para encauzar la actitud humana por el camino modélico de su deber social. La frase, cargada semánticamente del ardid de los refranes populares, se encuentra acompañada por la representación de un saltamontes, símbolo de la sabiduría en algunas culturas asiáticas. De manera que, la obra reproduce la postura desde la resistencia que ofrecen las instancias de poder a los posibles cambios o cuestionamientos del hombre como ente individual. Orestes se torna altavoz de la cultura legitimadora, al formular que es de sabios, mantener una actitud civil correcta en pos del equilibrio de un sistema que, además, necesita de la inercia social para autosostenerse.

La calma del horizonte de Abel Barreto, es la tipificación por antonomasia del concepto de inercia que atraviesa transversalmente la muestra. En ella dos extremos de una soga pugnan por separarse del débil hilo que aún los une, pero a su vez, se resisten a la ruptura. El sistema, compuesto por un par antinómico que puede connotar disímiles objetos, ideas, posturas y/o sentidos encontrados, se resiste a cambiar su estado de tensión que, paradójicamente, es también de reposo.

La sátira, la iconoclasia, las apropiaciones, las citas y otros recursos, se conjugan en esta exposición para refrendar nociones entrecruzadas y en retroalimentación sobre la inercia social, política, mental, sexual …Es cierto que la obra per se manifiesta su autonomía en tanto se construyen sentidos diferentes según la diversidad de los receptores, pero es muy verídico también que estas piezas, puestas a dialogar en el espacio galerístico aportan, algunas con más fuerza y criterio que otras, a la propuesta curatorial esgrimida.

 

[1] Me refiero al término propuesto por algunos teóricos como Thierry de Duve, para denotar los contextos actuales de las sociedades, debatidos entre lo global y lo local.

 


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