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Papa Legba, ouvri barrière

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Hoy día la cultura popular, acompañada de su imaginario visual, se ha volcado toda en el arte. Los niveles de jerarquía se han hecho cada vez más improcedentes en las contemporáneas culturas policéntricas, sobre todo en el área del Caribe, donde las tradiciones, como respuesta al desgarramiento que produjo la colonización, trataron de aferrarse clandestinamente al suelo que pertenecían. Las culturas populares, casi siempre preteridas por una historia del arte eurocéntrica y que ha potenciado el estudio de las llamadas Bellas Artes, se han visto beneficiadas por un nuevo giro de las coordenadas cognoscitivas. Objetos de una continuada desatención, las zonas segregadas comenzaron a ser revalorizadas como vectores claves, sobre todo a partir de la segunda mitad de la pasada centuria, por los Estudios Culturales y los Estudios Visuales. Lo cierto es que dicho repliegue trajo aparejado para los pueblos del Caribe, y entre ellos Cuba, un proceso de transculturación, una estrategia de sobrevivencia y enmascaramiento: una forma de resistencia cultural. Debido a ello, el Caribe es hoy por excelencia una región multicultural, plurilingüística y tercamente híbrida.

Fruto de esta singular experiencia que lo conecta directamente con el territorio africano, múltiples esferas y en especial el universo simbólico del arte se ha visto nutrido por una serie de problemáticas que le atañen a los artistas nativos de esos países; quienes al margen y desde la periferia han utilizado como resortes creativos aquellos elementos culturales imprescindibles en su conformación identitaria. En la actualidad han surgido múltiples instituciones y proyectos –aunque muchos de ellos en el seno de los tradicionales centros hegemónicos de la cultura-, los cuales insisten en visibilizar las áreas de África y el Caribe a partir de experiencias comunes, como la colonización y la esclavitud. Precisamente como iniciativa de la asociación cultural “Fait à Cuba” se celebra por estos días en París la exposición de quince artistas contemporáneos caribeños -cubanos y dominicanos- y africanos[i] Tiempos modernos: la memoria de la esclavitud y el arte contemporáneo[ii], a propósito del XX Aniversario del proyecto de la UNESCO “La ruta del esclavo” y de la XXXI edición de la Jornada Europea del Patrimonio.

Dedicada a la memoria de la esclavitud en la creación contemporánea, dicha muestra permite poner en valor los legados de África y sus diásporas en términos de prácticas artísticas. Propone una reflexión plural sobre la manera en que los artistas contemporáneos evocan e invocan hoy día la historia y memoria de la esclavitud. Precisamente el tópico de la memoria en el arte permite visibilizar el pasado y revelar sus huellas en el presente, las cuales habitan hoy día en el corazón de las sociedades contemporáneas. Esta vez desde el ámbito del arte la memoria colectiva deviene objeto de apropiación por parte de los creadores quienes, a partir de las particularidades de sus poéticas, ponen sobre el tapiz modos otros de narración y comprensión. Apelando a lo sensorial y a lo subjetivo, trascendiendo las barreras culturales, se muestran sensibles a las secuelas de la esclavitud y a la impronta que la trata negrera ha dejado en sus respectivos países. Estos artistas africanos y afrodescendientes rinden homenaje a las víctimas de este comercio inmundo a la par que, a través de piezas sumamente polisémicas, conceptualizan igualmente las nuevas alienaciones y problemáticas contemporáneas: las consecuencias de dichos actos que hoy se traducen en prostitución forzada, explotación sexual, trabajo infantil, racismo y discriminación, todos ellos como avatares contemporáneos de la esclavitud.

Amén de la diversidad de sus acercamientos, la poética de los artistas reunidos guarda cierta coherencia en tanto de un lado como del otro del océano podemos identificar en sus obras los Legbas, los Ibejis, los Orishas y otras deidades emblemáticas que la cultura africana trasladó y conservó en América, integrándolas a la cultura créole. De manera general se detecta tras la lectura de las piezas un sentir común; más allá de artistas visuales, tras cada obra se siente la presencia de un ser humano de vocación sociológica, preocupado por repensar y reescribir su historia desde el presente, a partir de nodos temáticos que le conciernen como son: la identidad, la memoria, la herencia o el reencuentro. Por otro lado, a nivel visual se detecta como operatoria estilística en las obras –pinturas y esculturas- expuestas en la Galería Vallois, el interés de los artistas por, a partir de un fuerte trabajo con las manualidades y del rescate del desecho –el objet trouvé-, refuncionalizar y resimbolizar la chatarra y la madera roída como residuos simbólicos de la dominación y la explotación del hombre por el hombre.

En la apertura de la muestra en la Hall Ségur du siège de l’UNESCO, el público asistente pudo disfrutar del performance “Oggun Today”, donde los artistas participantes incitaron a la reflexión sobre la dicotomía entre la tradición y la modernidad a través de la danza y la música. Para la ocasión se reunieron el DJ Erik el Chamaco –uno de los íconos de la música urbana cubana-, la intérprete Anaïs Vathelet -quien debutó como cantante en Cuba-, el percusionista cienfueguero Coki Sarría –integrante del grupo musical Clave y Guaguancó-, el bajista David Jacob y el también cubano Santiago Herrera Quesada, quien intervino con sus bailes yorubas. En esta creación inédita los artistas exploraron en un sincretismo contemporáneo a partir de la configuración de un nuevo género, resultado de la mezcla de la sonoridad de instrumentos electrónicos y de ritmos tradicionales cubanos. Más allá de a nivel sonoro, en la propia ejecución se apreció visualmente semejante contraste entre tradición ancestral e innovación contemporánea a través de la danza de Oggun, interpretada por Santiago Herrera, quien reactualizó los rituales danzarios asociados a la figura del orisha guerrero. En la misma medida en que el intérprete portaba y dominaba el machete, encarnaba la resistencia ante un material -el hierro- que ha servido tanto para el desarrollo industrial de las colonias, como para la elaboración de instrumentos de tortura. El dominio de dicho material devino un simbólico punto de partida para reflexionar sobre la esclavitud y la libertad. ¿Cómo la danza se ofrece a un mismo tiempo como espacio de tregua y resistencia? ¿Cómo en ella la memoria se hace cuerpo y el cuerpo en movimiento se convierte a la vez en narración, en memoria?

Son estas algunas de las interrogantes que emergen de una exposición en la que los antiguamente pares dicotómicos de tradición y modernidad se han fusionado para, tanto a nivel cultural como estético, ofrecernos una propuesta cargada de esa dosis de lirismo que siempre desprende la convivencia de memorias colectivas en el marco del arte.

 

 

[i] Nómina de artistas: los cubanos Roberto Diago y Alexis Leyva (Kcho), los dominicanos Miguelina Rivera y Chichi Reyes, junto a los creadores de Benin: Serge Mikpon, Edwige Aplogan, Niko Dalongeville, Marius Dansou, Benjamin Déguénon, Euloge Glèlè, Richard Korblah, Romuald Mevo- Guezo, Gérard Quénum, Rémi Samuz y Dominique Zinkpè.

[ii] Exposición celebrada en la Hall Ségur du siège de l’UNESCO y en la Galería Vallois, del 4 de septiembre al 3 de octubre de 2015.


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